jueves, 4 de octubre de 2012

¿Te has sentido como Moises?

Alguna vez te has sentido como Moisés? Yo sí.

No soy del tipo de personas que se enoja fácilmente. He aprendido a tomar las cosas con calma, sin apuros ni estrés; y no me dejo provocar por nada ni nadie, no obstante, hace unos dias cometí un error. Usualmente en mi trabajo visito diferentes instituciones. Conozco a la mayoría de las personas que laboran en el área donde yo me desenvuelvo, y en mas de una oportunidad he encontrado a una persona hostil en el camino sin que esto cambie o altere mi humor.

En una de dichas instituciones hay un guardián de seguridad especifico que cada vez que él esta de servicio no me deja entrar por la puerta que está más próxima a donde me dirijo en el edificio, sino que me hace darle toda la vuelta a la manzana para entrar por otra puerta y luego caminar de nuevo hacia atrás hasta pocos metros de donde está la puerta que él guarda. Con cualquier otro guardia de seguridad en turno, no tengo el más mínimo inconveniente para entrar, solo indico a donde me dirijo y me dejan pasar, puesto que son solo unos pocos metros entre la puerta y mi destino. Sin embargo, el guardia de seguridad al que me refiero nunca me da paso.

Esto ha ocurrido más de una vez, y yo he caminado mi milla extra sin ningún problema a pesar de que es un poco incomodo saber que tienes que hacer un esfuerzo mayor, no por necesidad, sino porque a alguien no le da la gana dejarte hacer tu trabajo de la manera más fácil. En más de una ocasión le he dicho al guardia: -Por esta puerta o por aquella es lo mismo, no hay problema.- y he caminado alrededor del bloque, Sin embargo, hace unos días iba de camino hacia el mismo lugar, y en mi trayectoria tuve varios percances; un inconveniente tras otro se presentó y mi día hasta ese momento había sido un poco complicado. No me sentía malhumorado, ni incomodo, pero aunque no lo sabía, tenia tensión en mis nervios.

Cuando llegue a dicha institución me dispuse a entrar por la puerta cercana a mi destino. No había nadie de guardia, no obstante cuando ya iba a mitad de camino, alguien me vocifero: -Hey! Te dije que por aquí no entres. Da la vuelta!- Yo sabiendo quien era, y un poco molesto por la forma tan arrogante en que me había gritado, me volví y le pregunte: -Por que es que tu nunca me dejas entrar por aquí? Tienes algún problema conmigo? Los demás guardias me dejan entrar, excepto tu.- A lo que él volvió a decirme de forma poco cortes: -No puedes entrar y punto.-

Hasta aquí yo había manejado la situación con altura, sin embargo, ahora mismo no puedo explicar por qué reaccioné como lo hice, pero le dije lo siguiente en tono ofensivo: -Tu te crees que tu eres el jefe; No, tú no eres jefe, tu solo eres un guardián, tú crees que has comprado este edificio, pero no, tu solo estas ahí cuidando esa puerta, pero se te han ido los humos a la cabeza y te crees dueño de esto, pero tú solo eres un simple guardián.- El obviamente se molesto, y me dijo un par de cosas, mientras que yo en cambio le seguía recordando su oficio y continúe mi camino molesto. Cuando se me paso el enojo, me di cuenta de mi error. Me había dejado llevar al terreno de Satanás y había ofendido a alguien que no merecía ser ofendido sin importar lo que me hubiera hecho. Es verdad que él es un guardián, pero yo no debí decirlo en forma despectiva.

Puede que a ti te haya pasado lo mismo alguna vez, que pienses que todo está bien en tu día, sin darte cuenta que tienes dinamita acumulada dentro de ti mismo esperando que alguien, inocentemente, presione el detonador y estalles. Yo le pedí perdón a Dios por lo que hice ese día, y espero que cuando vuelva a ver a esa persona tenga el valor suficiente para pedirle perdón por lo que hice.

Ahora ya puedo entender por qué Moisés no entro en Canaán, se dejo llevar del impulso y perdió la cordura en un momento muy importante. Con que cara puedo yo decirle a ese guardián que soy cristiano? Realmente me sentí adolorido y avergonzado por lo que hice, pero debo de aprender la lección.

Querido amigo, no permitas que Satanás te explote. Mantente en comunión con el cielo, y si en algún momento sientes que vas a estallar, respira profundo, permanece callado y aléjate del lugar con una oración en tu corazón.

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