Amigo oyente, amiga que me escuchas, en esta nueva oportunidad que tenemos para compartir un poco la palabra de Dios, quiero presentarte la misión de uno de los profetas bíblicos. La difícil misión de este profeta impresiono fuertemente mi mente y quiero compartir mi impresión contigo. Quiero hablarte sobre Jeremías, y quiero que aprendamos importantes lecciones de la vida de este fiel profeta y la apliquemos a nuestra actualidad. Antes que nada, tengamos una oración. Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Una vez más te pedimos tu dirección al abrir tu palabra. Pedimos que Dios el Espíritu Santo no dirija en este estudio y que nos ayude a entender el mensaje que tiene que ver con nosotros. En el nombre de Jesús lo pedimos, así sea. El ministerio de Jeremías abarco los últimos cuarenta años de la existencia de Judá como reino, y en los primeros años de su ministerio, tres grandes potencias luchaban por ejercer la supremacía, Asiria, Egipto y Babilonia. Cinco reyes ocuparon el trono de Jerusalén durante este periodo.
El primero fue Josías, que luego de más medio siglo de deterioro espiritual y moral durante los reinados de Manases y Amón (2Rey. 21:1-18; 2 Cron. 33:1-20), dirigió a la nación de Judá con piedad y celo religioso a favor de Dios. Josías solo tenía ocho años cuando comenzó a reinar (2 Rey. 22:1) y cuando tenía unos veinte años introdujo una serie de reformas que suprimían la adoración a los ídolos. Josías fue ayudado en esta obra por Jeremías, a quien Dios había llamado al ministerio público en el ano numero 13 de su reinado. Josías murió prematuramente por atacar imprudentemente al rey de Necao II de Egipto, y el pueblo puso por rey a su hijo Joacaz, quizás porque el simpatizaba por Babilonia. Después de reinar solo tres meses, Necao invadió a Judá, y tomo prisionero a Joacaz y se lo llevo a Egipto donde murió. (2 Rey. 23:30-34; 2 Cron. 36:1; Jer. 22:10-12).
El rey de Egipto puso en el trono a Eliaquim, el segundo hijo de Josías, y le cambio el nombre por Joacim. (2 Rey. 23:34). Judá quedo bajo el dominio Egipcio y pagaba un elevado tributo.
Ahora, Nabucodonosor rey de Babilonia invadió Palestina y se llevo parte de los utensilios del templo, y a algunos de la familia real y de la nobleza, entre los cuales se encontraban el profeta Daniel y sus tres compañeros. De esta manera Joacim fue obligado a inclinarse ante Babilonia y no ante Egipto. Este rey se rebelo contra los babilonios lo que dio lugar a una segunda invasión, y a su captura y muerte. (2 Rey. 24:1,2). Joaquín, hijo de Joacim, también conocido como Jeconias, tenia dieciocho años cuando comenzó a reinar, y reino más o menos unos tres meses porque fue deportado a Babilonia con su madre, esposas, hijos y cortesanos. (1 Cron. 3:16; Jer. 24:1; 2 Rey. 24:10-16). En esa ocasión unos diez mil cautivos fueron llevados a Babilonia entre los cuales se encontraba el profeta Ezequiel (Ezequiel 1:1-3). Joaquín fue puesto en prisión por mucho tiempo. Finalmente Nabucodonosor puso como rey títere a Sedequias hijo de Josias, quien también se llamo Matanias. Sedequias tuvo una tarea difícil puesto que los judíos más encumbrados habían sido llevados a Babilonia y solo habían quedado los pobres del pueblo, y estos eran difíciles de gobernar. Jeremías los comparo con higos malos, que de malos no se pueden comer, Jeremías 24: 8-10. Para hacer más difícil la situación, a Jerusalén habían venido embajadores de otras naciones para incitar a los judíos a rebelarse contra Babilonia. Estos embajadores eran de Tiro, Sidon, Moab, Amón, y Edom (Jer. 27:3). En este marco histórico es donde analizaremos la misión de este profeta, y sacaremos lecciones muy aplicables para nuestras vidas como pueblo de Dios hoy.
Según parece, los esfuerzos de Jeremías a favor de su nación fueron inútiles porque sus amonestaciones y advertencias cayeron en oídos sordos. En la biblia encontramos que Dios amonesto a su pueblo una y otra vez para que abandonaran sus malos caminos, pero el pueblo fue totalmente rebelde.
En Jeremías 35:14, 15, Dios a través de su siervo les declaro:
“…Yo os he hablado a vosotros desde temprano y sin cesar, y no me habéis oído. Y envíe a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, y enmendad vuestras obras, y no vayáis tras dioses ajenos para servirles, y viviréis en la tierra que di a vosotros y a vuestros padres; mas no inclinasteis vuestro oído, ni me oísteis.”
El Señor les rogó que no lo provocaran a ira con la obra de sus manos y con los pensamientos de sus corazones, pero el pueblo no escuchaba. Dios había demorado sus juicios sobre la nación impía por mucho tiempo, porque Dios, mi amigo, es renuente a humillar a su pueblo, pero en aquel momento El les mostraría su desagrado como un último esfuerzo por enderezar sus caminos torcidos. En nuestros días, Dios no ha establecido ningún plan diferente al que el uso en la antigüedad para preservar la pureza de su pueblo. De la misma forma como lo hizo en los tiempos de Jeremías, Dios ruega hoy a los cristianos que profesan su nombre a que se arrepientan de sus malos caminos y se aparten de sus pecados. Hoy en día, la tarea de presentar al pueblo su mala conducta recae sobre sus siervos escogidos quienes deben advertir de los peligros que están por sobrecogerlos. Hoy en día los siervos fieles de Dios deben hacer sonar la nota de advertencia y deben reprender el pecado entre el pueblo tan fielmente como lo hizo aquel profeta. Pero es lamentable que el Israel espiritual de los últimos días tenga las mismas tentaciones de desdeñar los reproches y odiar los consejos como lo hicieron los antiguos judíos. Es muy común que los que se llaman hoy cristianos, también presten oídos sordos a los mensajes de amonestación. Sin embargo, como en los tiempos del profeta Jeremías, la misericordia de Dios, retiene por un tiempo la retribución del pecado, pero no siempre será así. El relato bíblico dice que Dios ordeno al profeta que se pusiese en pie en el atrio del templo y que de allí hablase a todo el pueblo que viniese para adorar. El profeta no debía omitir ni una sola palabra a fin de que los pecadores de Jerusalén tuviesen las más amplias oportunidades de escuchar y apartarse de sus malos caminos.
El profeta debía dar el mensaje tal como le fue presentado. En el capítulo 7 del libro de Jeremías, desde el verso 2, el profeta declaro:
“Oíd palabra de Jehová, todo Judá, los que entráis por estas puertas para adorar a Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os hare morar en este lugar. No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este. Pero si mejorareis cumplidamente vuestros caminos y vuestras obras; si con verdad hiciereis justicia entre el hombre y su prójimo, y no oprimiereis al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni en este lugar derramaréis la sangre inocente, ni anduviereis en pos de dioses ajenos para mal vuestro, os hare morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre.”
Versículo 8. “He aquí, vosotros confiáis en palabras de mentira, que no aprovechan. Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso, e incensando a baal, y andando tras dioses extraños que no conocisteis.”
Verso 12. “Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio, y ved lo que hice por la maldad de mi pueblo Israel.”
El pueblo judío se sentía confiado de que ningún mal le sobrevendría porque el templo de Dios estaba en medio de ellos. A pesar de que estaban practicando abiertamente y por que no, también practicaban encubiertamente muchos pecados, ellos se hacían la idea de que por el hecho de que la casa de adoración del único Dios verdadero estaba en su medio, eso les ayudaría a vencer cualquier inconveniencia. Dios les recordó lo que había hecho con Silo, el lugar donde el había morado antes.
En Jeremías 26:4-6, Dios una vez más les presento una advertencia similar. Israel había sido librado de la esclavitud egipcia para que pudieran servir a Dios. Sin embargo los israelitas se desviaron vez tras vez y se fueron en pos de los dioses de las naciones que los rodeaban tomando a la ligera las advertencias y reprensiones de los profetas. Aun así, Dios postergo su castigo para darles una oportunidad de que se arrepintieran y para que evitaran la paga de su pecado. Por medio de Jeremías en esta ocasión Dios envío una firme y clara advertencia y les puso delante la única salida para escapar del castigo, es a saber el arrepentimiento completo y el abandono de los caminos del mal. Cuando el profeta en su mensaje hizo referencia a Silo, el pueblo de Judá entendió perfectamente a que se refería. Recordaron la ocasión cuando los filisteos los vencieron y se llevaron a su tierra el arca del pacto. En aquella ocasión fue Eli quien descuido la reprensión y la corrección de sus hijos y considero en poco la iniquidad de ellos, quienes desempeñaban funciones sagradas, trayendo de esta forma una calamidad terrible sobre Israel. En la batalla de Afec, treinta mil hombres de Israel fueron muertos incluyendo a los hijos de Eli, quien también murió al saber que el arca había sido tomada por los filisteos. Todo esto porque un pecado fue tomado a la ligera y se permitió que se perpetuara entre ellos. Esta es una lección muy importante para los hombres que ocupan puestos de responsabilidad en la iglesia. Dios les exige solemnemente que abandonen los errores que deshonran la causa de la verdad, y que no pasen por alto los pecados que abundan en el pueblo.
En los días de Samuel, Israel pensó que, aunque no se arrepintieran de sus pecados, la presencia del arca que contenía los mandamientos les garantizaría la victoria sobre sus enemigos. Del mismo modo, los judíos en los tiempos de Jeremías creían que la estricta observancia de los servicios establecidos en el templo los protegería del castigo que su mala conducta merecía. Ese, mi amigo, es el mismo peligro que corremos nosotros hoy. Hoy en día muchos nos engañamos a nosotros mismos con la idea de que porque guardamos los mandamientos, Dios nos mantendrá a salvo del poder de la justicia divina. Muchas veces nosotros rechazamos la reprensión del mal, y acusamos a los que predican un mensaje directo de que son muy excesivos al querer sacar el pecado de nuestro medio. Pero amigo mío, amiga que me escuchas, Dios aborrece el pecado y El llama a todos a que se aparten de toda iniquidad. Si el profeso pueblo de Dios de la actualidad no se arrepiente de su vana profesión, y se aparta de sus ídolos, sean cuales sean: la televisión, la música, el cine, las modas, la comida, el dinero, etc.; entonces sufrirá hoy unas consecuencias tan terribles como las que afronto el Israel de antaño. Dios tiene un límite más allá del cual el no detendrá su justa sentencia.
La narración bíblica presenta que cuando Jeremías termino de dar el mensaje al pueblo, los sacerdotes, los profetas, y todos los que estaban allí se juntaron contra él y le echaron mano, y le dijeron:
“De cierto morirás. ¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová diciendo: Esta casa será como Silo, y esta ciudad será asolada hasta no quedar morador? Jeremías 26: 8, 9.
Los sacerdotes del pueblo y los profetas infieles mostraron su cólera en contra de Jeremías porque no les decía cosas amables o halagüeñas, sino que su mensaje era muy severo y directo. Hoy en día es muy frecuente que aquellos que están dispuestos a presentar un mensaje de reprensiones tal como lo ha dicho Jehová, aquellos que están dispuestos a llamar el pecado por su nombre, es muy frecuente que estos instrumentos sufran las persecuciones más amargas de los falsos maestros de la religión. Pero los verdaderos mensajeros de Dios siempre preferían el rechazo, e incluso la muerte antes de mostrarse infieles a su misión. Dios en su infinita misericordia tiene sus ojos puestos en estos humildes instrumentos a quienes El les ha dado una carga no tan fácil de cumplir. Al pueblo siempre le ha gustado que se le presente mensajes de esperanza y amor, unidad y paz. Nunca ha sido cosa fácil corregirlo, y llamar al pecado que prevalece en nuestro medio por su justo nombre, no es cosa fácil. Siempre que se le presenta algún mensaje de amonestación, siempre este tipo de mensajes levantara oposición e incitaran a actuar en contra del mensajero. En el relato, los príncipes de Judá oyeron las palabras de Jeremías, subieron desde el palacio del rey, y se sentaron a las puertas del templo.
“Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizo contra esta ciudad, como vosotros habéis oído en vuestros oídos.” Jeremías 26:11.
Si las amenazas de las autoridades y el griterío de la turba hubiesen atemorizado a Jeremías, es muy probable que su mensaje no hubiese tenido ningún efecto, y el mismo habría perdido su vida. Pero Jeremías actuó con coraje, cumplió su doloroso deber, y esto despertó el respeto de algunos, y volvió el corazón de los príncipes en su favor. Jeremías sin ningún temor dijo:
“Jehová me envío a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, como vosotros habéis oído en vuestros oídos. Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros. En lo que a mi toca, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mi como mejor y más recto os parezca. Mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente echareis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sobre sus moradores; porque en verdad Jehová me envío a vosotros para que dijese todas estas palabras en vuestros oídos.” Jeremías 26:12-15.
Al escuchar esto, los príncipes se convirtieron en sus defensores. En el verso 16 ellos dijeron:
“No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios ha hablado.”
La influencia de ellos produjo una reacción en las mentes de la gente. Por esto los ancianos unidos en protesta contra la decisión que habían tomado los sacerdotes al respecto del destino de Jeremías, citaron el caso del profeta Miqueas que también profetizo que Jerusalén seria arada como campo y llegaría a ser un montón de ruinas; y luego preguntaron si el rey Ezequías había dado muerte a aquel profeta por su mensaje. De este modo ellos salvaron la vida de Jeremías. Mas adelante Dios dio instrucciones a Jeremías para que se hiciera yugos y coyundas y se los pusiera en el cuello y que se los enviara a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidon, ordenando a los embajadores que dijeran que Dios había entregado todas esas tierras a Nabucodonosor. Jeremías declaro que si esas naciones rechazaban servir a Babilonia serian castigadas con hambrunas, con la espada, y con la pestilencia hasta que fueran consumidas y añadió:
“Y no prestéis oído a vuestros profetas ni a vuestros adivinos, ni a vuestros sonadores, ni a vuestros agoreros, ni a vuestros encantadores, que os hablan diciendo: No serviréis al rey de Babilonia. Mas la nación que sometiere su cuello al yugo del rey de Babilonia y le sirviere, la dejare en su tierra… y la labrara y morara en ella.”
El profeta también declaro que el pueblo judío debía servir a los babilonios por un espacio de tiempo. Uno de los falsos profetas llamado Hananias profetizo delante del pueblo y de los sacerdotes, y especialmente delante de Jeremías, diciendo:
“Así hablo Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Quebrante el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años hará volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehová que Nabucodonosor rey de Babilonia tomo de este lugar para llevarlos a Babilonia.” Jeremías 28:2,3.
El siervo de Dios con un vivo deseo en su corazón de que Dios restaurara a su pueblo le contesto a Hananias: Amen! Así lo haga Jehová! Pero a la misma vez advirtió al pueblo que el profeta que profetiza paz será conocido como profeta cuando se cumpla lo que ha profetizado. Lo mismo sucede también hoy en día. Muchos falsos profetas, llamase sacerdotes, predicadores, laicos, pastores, reverendos, obreros, etc, predican mensajes halagüeños, mensajes de prosperidad, mensajes de paz con el fin de apaciguar los temores del pueblo o quizás de ganarse el favor de los dirigentes ya sea de la iglesia o del mundo. Amigo mío, amiga oyente, hoy vivimos en un tiempo en que tenemos que buscar el bienestar de nuestro pueblo, si, pero la preparación que debemos hacer es abandonar toda iniquidad que albergamos en nuestro medio, y para eso deben darse mensajes que nos presenten nuestra verdadera condición, y no complacer los oídos de aquellos a los cuales solo les gusta que se le hablen de cosas baladíes. Vivimos en un tiempo que quien tiene la responsabilidad de dar el mensaje de Dios, debe cumplir a cabalidad su cometido. Cuando hombres inspirados por Dios presentan sus mensajes de reproche, esto siempre trae como resultado el enfrentamiento.
En la historia bíblica, Hananias al oír lo que Jeremías había dicho, se enojo y tomo el yugo del cuello del profeta y lo rompió diciendo:
“Así ha dicho Jehová: De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia…dentro de dos años.” Versículos 10 y 11 del capítulo 28.
Jeremías ya había cumplido con su parte así que él siguió su camino. El único delito que él había cometido era presentar la palabra de Dios, pero lo que consiguió fue que se burlaran de él, lo ridiculizaran, y hasta intentaran matarlo. Después de que Hananias rompió el yugo del cuello del profeta, vino palabra del Señor a Jeremías para que hablara a Hananias así:
“Yugos de madera quebraste, mas en vez de ellos harás yugos de hierro. ..Ahora oye Hananias: Jehová no te envío, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo. He aquí yo te quito de sobre la faz de la tierra, morirás en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová.”
Así mismo actuara Dios en estos tiempos finales que nos han tocado vivir. Todos aquellos que se entreguen a hacer que el pueblo se sienta confiado en sus pecados a pesar de la crisis que se aproxima al mundo, esos falsos profetas serán quitados de en medio. Hananias dice la biblia, murió varios meses después. Los falsos profetas que se ocupan solo de entretener al pueblo y no advertirles del peligro que corren si no abandonan sus pecados, sean públicos o secretos tarde o temprano serán visitados por el mismo Dios, pues están presentando engaño y falsedad en su nombre. En los tiempos bíblicos, como en nuestro contexto actual, es lamentable que el pueblo siempre prefiera los mensajes de los falsos profetas porque son más agradables. Que constantemente se esté presentando un mensaje de reproche hacia el pecado que tanto abunda en nuestro medio eso es ofensivo y hiere el orgullo del pueblo. “¡Dios es un Dios amante, lleno de misericordia y bondad!” “¡No hay por qué darle tanta lata al asunto!” “!Cada quien es responsable ante Dios!” Esos son algunos argumentos que son presentados hoy día para excusar los pecados que prevalecen en nuestro medio.
Aunque muchas veces tendemos a olvidar que a pesar de que Dios juzga a cada quien individual, El también considera a su pueblo como un solo cuerpo, y muchas veces lo castiga en su totalidad, inclusive hasta por el pecado de un solo hombre. Si no me crees, léete la historia de Acan en el libro de Josué. Los Israelitas de antaño se encontraban en unas tinieblas morales tales que no se daban cuenta de la enormidad de su culpa, los israelitas modernos estamos tan relacionados con el mundo que ya no vemos lo pecaminoso del pecado. Ya la mala música mundana con letra cristiana que escuchamos no suena tan mal. La moda en el vestir no es la gran cosa. A veces es difícil reconocer un cristiano por la forma en que esta vestido. La forma de actuar del mundo reina en nuestro medio. Usamos el mismo lenguaje callejero, etc. Hoy en día la intemperancia en todas las áreas abunda entre el profeso pueblo de Dios. La intemperancia en el comer, el dormir el trabajar, el vestir, etc. Las cosas que se ven por la televisión ya no se ven tan pecaminosas, y por eso nos deleitamos viéndolas en la pantalla chica, o porque no, también vamos al cine. El pecado ya no es tan malo a nuestros ojos y por eso, no apreciamos los mensajes de reprobación y advertencias que Dios nos envía.
Volviendo a la historia del profeta, el Señor ordeno a Jeremías que escribiera cartas a los capitanes, a los príncipes, a los profetas, y a todo el pueblo que había sido llevado en cautiverio, exhortándoles a que no creyeran el engaño de su pronta liberación, sino que se sometieran pacíficamente a sus captores. El Señor les pidió que no permitieran que sus falsos profetas y sus adivinos los engañaran con falsas esperanzas, no obstante, también les dio la seguridad de que al cabo de setenta años ellos regresarían a Jerusalén. En Jeremías 29: 14 dice:
“…Hare volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones, y de todos los lugares a donde os arroje… y os hare volver al lugar de donde os hice llevar.”
Dios, con tierna compasión informo a su pueblo cautivo sus planes para con el. Dios sabia que cualquier muestra de insurrección de parte de ellos haría que los caldeos los oprimieran y suspendieran aun mas sus libertades, así que les rogó que pacíficamente habitaran en la tierra de su cautiverio para que su servidumbre fuera lo menos gravosa posible. Pero en aquel tiempo, había otros dos profetas falsos llamados Acab y Sedequias.
Ellos profesaban ser santos, pero sus vidas estaban no estaban a la par con su profesión. Ellos dos profetizaron mentiras en nombre del Señor. Jeremías les había advertido de las consecuencias si no cambiaban sus cursos de conducta, pero ellos rehusaron arrepentirse. En cambio, se enfurecieron contra Jeremías y se opusieron a su obra agitando al pueblo para que no creyeran en sus palabras y actuaran en la forma contraria a lo que Dios había ordenado por su siervo. El Señor pronuncio una triste sentencia sobre estos falsos profetas la cual se cumplió al pie de la letra. En el tiempo actual, también se levantan hombres de la misma clase que buscan traer confusión y rebelión en el pueblo que profesa obedecer la ley de Dios. Pero tan cierto como el juicio divino visito a los falsos profetas en la antigüedad, del mismo modo el Señor obrara ahora. Hoy en día los que profetizan mentira son aquellos que alientan a los hombres para que consideren el pecado con poca importancia. Aquellos que excusan los pecados propios o los del pueblo con decir: “!La carne es débil!” o “¡Mientras estemos en este mundo continuaremos pecando hasta que Cristo venga!”; están haciendo el mismo trabajo que hicieron aquellos falsos profetas que se oponían a la obra del verdadero siervo de Dios que llamaba a un arrepentimiento genuino. Es muy lamentable, la historia bíblica así lo demuestra, que los que llevan una vida de rebelión contra el Señor, o en términos modernos, quienes llevan un cristianismo liviano, o un cristianismo frívolo; esta clase siempre encuentran falsos profetas que justifiquen sus actos y que los adulen hasta que les llegue su destrucción. Las palabras mentirosas de los falsos profetas siempre encuentran muchos más seguidores que el sencillo, pero directo mensaje que viene del cielo.
En la biblia se presenta que Jeremías recibió la orden de reunir a los recabitas en el templo y servirles vino para que bebieran. Ellos rehusaron beber el vino porque su padre les había ordenado que jamás debían beberlo. Jeremías 35:6 Así que vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo:
“Ve y di a los varones de Judá, y a los moradores de Jerusalén: ¿No aprenderéis a obedecer mis palabras?, dice Jehová. Fue firme la palabra de Jonadab hijo de Recab, el cual mando a sus hijos que no bebiesen vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer el mandamiento de su padre.” Jeremías 35:12-14.
En esta ilustración, Dios quería contrastar la obediencia de los recabitas al mandamiento de su padre, con la desobediencia de su pueblo que no quería recibir sus palabras de reprensión y advertencia. Si los consejos de un padre bueno y sabio que designaba los mejores y más efectivos medios para asegurar su posteridad contra los males de la intemperancia tenían que ser obedecidos tan estrictamente, la autoridad de Dios debía ser guardada con mucha mas reverencia. Esa es la lógica, pero los Israelitas no razonaban como lo hacemos nosotros en este preciso momento. Actualmente parece ser que también muchas veces nosotros obedecemos fielmente los mandamientos impuestos sobre nosotros por hombres, pero que somos tan tercos para obedecer los mandatos de Dios. El Señor dio otra orden a Jeremías y le dijo:
“Toma un rollo de libro, y escribe en el todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá…desde el día que comencé a hablarte, desde los días de Josias hasta hoy. Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepientan cada uno de su mal camino, y yo perdonare su maldad y su pecado.”
Dios amigo mío, amiga que me escuchas, se resiste a abandonar a su pueblo, por esto es que El demoro sus juicios y les presento un registro completo de sus desobediencias y de sus graves pecados con el fin de darles una nueva oportunidad para que reconocieran su maldad y se arrepintieran. Aquí podemos ver claramente que Dios no se complace en afligir a su pueblo, sino que El va más allá en sus ruegos para que su pueblo errante pueda enderezar sus caminos torcidos. Jeremías obedeciendo la orden divina llamo a Baruc para que escribiera todo lo que el le dictara. En el libro de Jeremías 36:5, 6 leemos:
“Después mando Jeremías a Baruc… diciendo: A mi se me ha prohibido entrar en la casa de Jehová. Entra tu, pues, y lee de este rollo que escribiste de mi boca, las palabras de Jehová a oídos del pueblo, en la casa de Jehová, el día del ayuno; y las leerás también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades.”
Es interesante ver como al profeta se le había prohibido la entrada al templo por la clase de mensaje que el llevaba. Yo pregunto: Crees tu amigo oyente, que se de la misma situación en el día de hoy con los predicadores que movidos por Dios dan un mensaje de advertencia? Crees tu que hoy en día también se le prohíba predicar a los siervos de Dios en una iglesia en particular? Bueno, eso es para meditar. La historia bíblica muestra que Baruc leyó las palabras del libro al pueblo, y también se le pidió que lo leyera a los príncipes quienes se llenaron de temor. Ellos dijeron a Baruc que lo contarían al rey, pero le aconsejaron que el y Jeremías se escondieran porque temían que el rey no fuera a estar muy contento con el mensaje escrito. Y así mismo fue. El rey Joacim luego de oír las palabras del rollo, lo hecho en el fuego para que se quemara e inmediatamente ordeno la captura de Jeremías y Baruc, pero: “Jehová los escondió.” Jeremías 36:26.
Dios, amigo mío, es un Dios misericordioso. Con tal de dar otra oportunidad al pueblo para que se arrepintiera, El ordeno a su profeta que tomase otro rollo y que escribiera todas las palabras que estaban en el primero, y en el verso 32 de Jeremías 36 dice que aun fueron añadidas muchas otras palabras semejantes. Dios tenía el vivo deseo de que su pueblo se apartara de la contaminación moral y espiritual en que se encontraba, tenía el anhelo de ver que reformaran sus caminos, y por esto les daba oportunidad tras oportunidad. Dios se apiada de la perversidad y la ceguera espiritual del hombre y por eso El envía luz a su entendimiento sumido en las tinieblas. El plan de Dios no es enviar mensajeros que complazcan y adulen a los pecadores, sus mensajes no son para que los que se encuentran sin santificación permanezcan en su seguridad carnal, no, el propósito de Dios es que su pueblo despierte y haga las reformas que deben ser hechas para que puedan ser capaces de estar en la presencia de un Dios santo. Muchas veces nosotros hoy actuamos al igual que el rey Joacim. Creemos que si quemamos el rollo, o dicho de otra forma, si ignoramos voluntariamente el llamado de Dios a hacer cambios en nuestras vidas no nos sobrevendrá el castigo. Muchos de nosotros recibimos la luz, pero voluntariamente la ignoramos creyendo que eso nos libra de las reprensiones escritas. En este tiempo sucede lo mismo que en el tiempo de Jeremías. A menudo la indignación enciende el corazón del pecador contra el agente que Dios escoge para hacerle llegar sus reprensiones. Siempre ha sido así. Hoy en día, los siervos fieles a quien Dios ha escogido para llevar su mensaje deben afrontar con valor y paciencia todos los sufrimientos y las pruebas. Deben recordar que los profetas de la antigüedad y el mismo Cristo sufrieron los malos tratos y la persecución por causa de la palabra. Y es triste, muy triste decirlo, pero casi siempre el rechazo más contundente viene de entre los dirigentes del pueblo.
Así fue en los tiempos de los reyes de Israel y Judá. Siempre que el rey se oponía al mensaje de Dios y hacia lo malo ante los ojos de Jehová, la natural consecuencia a esto era la depravación moral del pueblo y terminaban todos apartándose de Dios. Dios enviaba un mensaje de reprensión a su pueblo directamente, pero a la misma vez le enviaba una advertencia a su rey para que no continuara yendo en la dirección en que iban. Hoy en día, Dios prepara un pueblo para el cielo. Y entre los que forman parte de este pueblo debe corregirse los defectos de carácter, debe abandonarse la voluntad obstinada, la idolatría soberbia, la indulgencia con las faltas, el odio y las contiendas. Todas estas cosas provocan la ira de Dios, y el pueblo que guarda sus mandamientos debe abandonar todos esos males si no quiere recibir el castigo consecuente.
La biblia dice que Sedequias sucedió a Joacim en el trono de Jerusalén, pero el cambio de rey, no genero un cambio de corazón en el pueblo. El nuevo rey no escucho los mensajes de amonestación tampoco. Los caldeos sitiaron a Jerusalén, pero se retiraron por un tiempo para luchar contra los egipcios quienes habían venido a ayudar a los judíos. El rey envío mensajeros a Jeremías para que rogara por el pueblo. Pero la temible respuesta de este último fue que los ejércitos de Babilonia regresarían y destruirían la ciudad. Aprovechando la oportunidad, Jeremías salía de Jerusalén para irse a tierra de Benjamin, muy probablemente para evitar el desastre que vendría sobre la ciudad que el mismo había profetizado, pero al verlo uno de los capitanes del ejército, un hijo del falso profeta Hananias, lo apreso bajo cargos de traición. Acuso al profeta de ponerse del lado de los caldeos. Jeremías 37: 11-15. Los príncipes se airaron contra el y le azotaron. Tras haberlo retenido varios días en la mazmorra, el rey Sedequias mando a que lo trajesen a su presencia y en secreto le pregunto si había alguna otra palabra del Señor.
Jeremías repitió la misma advertencia y además trato de hacer su propia defensa delante del rey porque él no había cometido ningún hecho delictivo, salvo el presentar el mensaje de Dios tal como él lo había recibido. El malvado rey, no se atrevió a mostrar públicamente que creía en Jeremías. El era demasiado débil como para reconocer sus faltas y someterse a la voluntad de Dios. Este rey por lo menos le mostró un poco de misericordia y lo saco de la cárcel y le permitió estar en el patio bajo custodia. También ordeno que lo alimentaran con pan hasta que todo el pan de la ciudad se hubiese gastado. Finalmente algunos hombres que gozaban de autoridad y que no estaban nada contentos con los mensajes de Jeremías, se acercaron al rey para decirle que mientras el profeta viviera el no cesaría de hablar palabras contra la nación, y que él era causa de que el pueblo se estuviera debilitando por esos mensajes de condenación. En esta instancia una vez mas Sedequias mostró su cobardía al entregarles al profeta para que ellos hiciesen con él como les pareciera.
“Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malaquías…y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.” Capitulo 38 verso 6.
Sin embargo, Dios levanto a sus amigos para que intercedieran delante del rey, y ellos sacaron al profeta de la cisterna y lo pusieron en el patio de la cárcel de nuevo. Una vez más el rey quiso entrevistarse secretamente con el profeta y le pidió que le relatara fielmente los propósitos de Dios sobre Jerusalén. Jeremías pidió garantía para su vida puesto que sabía que los mensajes que había dado hasta aquí lo habían puesto precisamente en el lugar donde se encontraba. Sedequias le juro por Jehová que guardaría su vida. Jeremías entonces dijo:
“Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: Si te entregas enseguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tu y tu casa.” Jeremías 38: 17.
El mensaje de Dios era simple y claro. Rendirse ante los caldeos. De esa forma evitarían un castigo mayor. Aun en esta tan tardía hora, si el rey y su pueblo se hubiesen sometido a los requerimientos de Dios, ellos habrían salvado sus vidas y su ciudad. Pero como les sucede a muchas personas hoy, el rey pensó que había ido demasiado lejos como para retractarse. El temía a los judíos.
Seria demasiado humillante para un rey decir públicamente que aceptaba la palabra del Señor dicha en boca de su profeta ridiculizado, azotado y ahora prisionero. Sedequias tenía la oportunidad de salvar la ciudad, pero como el había emprendido el camino equivocado, no estaba dispuesto a volver sobre sus pasos. Este rey prefirió escuchar el consejo de los falsos profetas en vez del mensaje del verdadero siervo de Dios. Sedequias cedió a la noble libertad de su humanidad para convertirse en un atemorizado esclavo de la opinión pública. Aunque estaba convencido de que el mensaje venia de Dios, no tenia la resolución necesaria para ponerse y mantenerse del lado de la verdad. Fue por esto que el rey Sedequias pago un alto precio por su debilidad. Los caldeos volvieron a sitiar a Jerusalén, y la tomaron. Sedequias huyo junto con los hombre de guerra, pero fue mas tarde capturado prisionero por el ejército enemigo. El rey de Babilonia ordeno degollar a los hijos de Sedequias en su presencia, y luego le saco los ojos y se lo llevo con grillos a Babilonia junto con el resto del pueblo. Jeremías 39: 1-10. Esta fue la pena por haber caído en la infidelidad y por haber seguido consejos impíos.
En nuestros días hay muchos falsos profetas que no consideran que el pecado sea repulsivo. Se quejan de que las reprensiones y advertencias alteran innecesariamente la paz del pueblo. El Israel antiguo cayó víctima de las adulaciones de los sacerdotes corruptos. Su predicción de prosperidad era más agradable que el mensaje del verdadero profeta. El profeta Jeremías cumplió una difícil misión de mostrar al pueblo sus transgresiones. Fue difícil tener que dar un mensaje contrario al que daban los demás profetas de aquel tiempo. Nunca es fácil, amigo mío, amiga oyente, nunca es fácil nadar en contra de la corriente, pero aun así, el profeta se mostró fiel al llamado que Dios le hiciera, y presento el mensaje que tenía que ser presentado aun al costo de su propia vida, por esto, el Señor se encargo de que su siervo no pereciera en la caída de Jerusalén. Nabuzaradan, capitán de la guardia babilónica le dio plena libertad de ir con él a Babilonia o permanecer donde estaba.
Jeremías escogió permanecer con lo que había quedado del pueblo teniendo a Gedalias como gobernador puesto por el rey de Babilonia. Y el resto de la historia nos dice que aun con todo lo sucedido el pueblo no aprendió a escuchar la voz de Dios a través de su siervo, puesto una vez más actuaron en contra del mandato expreso de Dios de permanecer donde estaban y no descender a Egipto. Jeremías capitulo 42. La desolación de Jerusalén en la antigüedad es una advertencia para los ojos del moderno Israel para que no pase por alto las reprensiones de Dios que llegan por medio de sus siervos.
Hoy en día, muchas personas que tienen cargos de responsabilidad actúan como el rey Sedequias. Tienen temor de reconocer públicamente sus faltas y abrazar la verdad. Tienen miedo de ponerse del lado de la justicia porque eso implicaría tener que desandar mucho del camino que han recorrido. Muchos son esclavos del “qué dirán”, o simplemente no quieren que se les etiquete con ningún nombre despreciable. Muchos están consientes de que el pueblo debe ser advertido del peligro que corre por permitir que el pecado abunde en su medio, pero no les interesa que se presenten mensajes de reprensión o amonestación porque creen que eso solo alborotara al pueblo. Sin embargo, el reprimir los mensajes o desoír la advertencia no evitara que el juicio de Dios venga sobre todos aquellos que son infieles. Aquellos que se esfuerzan por esconder el pecado y hacer que parezca menos serio a las mentes de los transgresores hacen la labor de los falsos profetas y la ira de Dios retribuirá su conducta como lo hizo en los días de Jeremías. Ahora, aquellos a quienes Dios llama para que sean sus mensajeros deben mostrar un espíritu tierno y compasivo al presentar los mensajes de amonestación. Deben mostrar a todos que lo que los mueve no es un motivo personal y que no es de su deleite dar mensajes de furia de parte del Señor, no, sin embargo, nunca deben titubear a la hora de señalar los pecados que corrompen a los que profesan ser el pueblo de Dios, ni deben cesar en su empeño de influir en ellos para que se vuelvan de sus errores y obedezcan al Señor. Nosotros hoy en día, no debemos imitar el ejemplo de los judíos de obstinarse a seguir sus propios deseos y su propio camino pervertido. Hoy nosotros vemos sus errores para que aprendamos de ellos. A nosotros quienes conformamos el Israel espiritual, a quienes han alcanzado los fines de los siglos, el Dios del cielo nos hace un llamado a que vengamos a Él. Pero debemos venir a Él para hacer una entrega total. Debemos abandonar nuestros malos procederes y apartarnos totalmente de nuestros pecados. A nosotros hoy el Señor a través del mismo profeta Jeremías nos dice:
“Y me buscareis y me hallareis, porque me buscareis de todo vuestro corazón.”
Es mi oración que tu mi amigo, puedas aceptar el llamado de venir y buscar a Dios con toda tu mente, con toda tu alma y con todo tu cuerpo.
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